miércoles, 29 de junio de 2016

Carta 22 - El pequeño Tim

"Tim era un niño como cualquier otro.
A sus 8 años todo en cuánto pensaba era en correr por los campos alrededor de su casa, jugar con las gallinas, comer galletas a escondidas y tratar de saltarse el colegio y las comidas con verduras.

Como cualquier otro, a Tim le gustaba alargar las noches todo lo posible hasta que sus párpados llegasen al fallo muscular y no quedarle otra que seguir la aventura mas allá de esta realidad.
Para él, su cama era en realidad un cuartel general, un avión, un barco pirata, y cada noche un mundo de posibilidades.
No es de extrañar, que a pies de su cama y en las cajoneras de los lados, hubieran guardadas todo tipo de "herramientas" , "armas" y esas cosas que por ahora no parecían tener una utilidad específica pero que, sabia, en su momento la tendría.

Y así fue, como después de huir en su coche de carreras de aquel terremoto que arrasó toda la cuidad, y salvando consigo a esa chica guapa tan parecida a alguna compañera de clase, Tim terminó su última aventura igual que todas las demás. Quedándose dormido en una postura que a ningún adulto le podría parecer cómoda.

Si Tim hubiera tenido un despertador en su mueblecillo hubiera podido saber que hora era.
Así que lo único que supo en cuánto a eso, era que aún era de noche cuando un suave temblor le despertó.
Intento imaginar que sería aquello, pero no se le ocurrió nada.
Un coche? un tigre? la guerra? un monstruo gigante come-niños que nadie creería que existía pero que ahora iba directo a su granja a por él porque ya no le quedaban niños en sus almacenes desde su última expedición?
Abrió el cajón donde sabía que guardaba medio prismático y fue directo a la ventana.
No vio nada. Y el temblor creció.

Entonces, algo empezó a iluminar su casa desde atrás, pasó por encima y siguió por delante medio cegándole con un luz azulada de una intensidad que le recordó la luz antiniebla del camión de su padre.
Finalmente, ese -objeto volador no identificado- se adentró en la zona boscosa de enfrente de casa para apagarse, cediendo con ello el temblor.

Seguramente, si su madre le hubiera tomado el pulso en ese momento habría llamado inmediatamente a una ambulancia. Parecía que se le fuera a salir el corazón del pecho. No daba crédito a lo que acababa de suceder.
Así que, habiendo pasado ya todo, dio media vuelta, se tumbó otra vez en la cama y se durmió.

....(puesclaroqueno)

Escopeteado, Tim se lió a abrir cajones y meter todo cuánto pudo en su mochila de explorador mientras su mente ya llevaba rato explorando en el bosque y calculando todas las posibilidades. Casi todas ellas, terminaban en vender lo que quiera que fuera eso, haciéndose rico, y comprando helados y juguetes en cantidades exageradas.
Una vez terminada la mochila, vestido con sus ropas de soldado, y linterna en mano (y su muñeco favorito en el bolsillo) Tim se saltó mas de 58 normas diferentes saliendo solo en mitad de la noche a perseguir una luz voladora azul.

Pasada la adrenalina inicial, cada paso que dio por el bosque, era una fuerte lucha contra el miedo que de repente sentía en ese oscuro lugar.
Y cuando apenas empezaba a pasarle la idea de abandonar, un olor de masmelou pasado por fuego empezó a llegarle.
Siguió el olor, y le llevó a un rincón llano, con un ligero cráter humeante al que le seguía un rastro que se adentraba en el bosque.

Era la hora de desenfundar las armas, así que sacó de su mochila la mini-pala de plástico con la que cavaba en el parque de la cuidad, y siguió el rastro.
Transcurridos varios, varios y varios metros, Tim empezó a escuchar el abrirse paso de "algo" o "alguien" o.."algo" por los matorrales, y tras apartar las últimas ramas, su linterna resplandeció sobre algo que hizo rebotar la luz como el metal reluciente a mediodía.

Bajó la luz al suelo, y ésta vez, el corazón se le paró (por lo cual, su madre también habría llamado a una ambulancia de haber estado allí).
Dados sus conocimientos como biólogo experto que era, no tardó en reconocer en frente suyo a un gigantesco escarabajo rinoceronte tan grande casi como la camioneta ranchera que tenían sus padres.
El bicho, lento y casi perezoso, seguía abriéndose paso por la maleza.
Tim volvió a iluminar al escarabajo, y pudo apreciar que su cubierta era cristalina, lisa, preciosa.
Era como cristal derretido que reflejaba todo su entorno como un espejo dando una sensación de invisibilidad.
Una Cabeza ancha y tosca, con un cuerno central mas grande que Tim.
Un cuerpo que parecía haber sido trazado por un maestro delineante, y seis patas gruesas y con pequeño pelillos que sin saber porque, le recordaban a un tanque militar.
Entonces pensó, que el tarro vacío de mermelada que llevaba en la mochila no serviría para capturar esa criatura.

Que hace un niño como él con algo como eso?
Solo pudo hacer una cosa. Seguirlo.
Tim anduvo durante horas arriba y abajo perdiéndose en el bosque siguiendo a su nuevo animal favorito que andaba tan lento, que hasta le daba tiempo ha sentarse unos minutillos mientras su amigo aún sin nombre, recorría metros. ¿Le habría visto siquiera?

Poco a poco, el cielo fue perdiendo su oscuridad, y a medida que se esclareció, una ligera llovizna empezó a regar el bosque, pero no a Tim, porque como explorador experto que era, ya sabía que debía llevar su chubasquero con él.
La lluvia cedió en su momento exacto. Y fue para cuando Tim y Rino cruzaban una pradera ente montañas. Y a ellos dos, se les unió el primer sol de la mañana.

El escarabajo se paro encima de una roca que sobresalía del campo. Y se quedó quieto.
Tim, observó como la luz del sol avanzaba dirección a ellos por el campo, hasta finalmente alcanzarlos.
Y entonces, ocurrió otro milagro.
Y es que, en un abrir y cerrar de ojos, tan pronto como la luz tocó la superficie mojada del escarabajo, un increíble arco iris se disparó hacia el cielo bañando los ojos de Tim de colores radiantes.
Tim dejó caerse al suelo para quedarse sentado en el suelo contemplando al escarabajo atónito. Iba totalmente en contra de lo que le habían enseñado! Los arco iris, salían de unas ollas llenas de oro!¡Pues no!
Y sin mas, la espalda del escarabajo se partió en dos y aparecieron inmensas alas transparentes que empezaron a aletear como si no hubiera un mañana, y el escarabajo despegó y desapareció en el cielo mucho antes de lo que a cualquiera le hubiera gustado.

Tim pasó sentado un buen rato, sin pensar en nada, en blanco.
Hasta que comprendió, que no lo quedaba otra que levantarse y volver a casa pues debía llegar a tiempo, para no perder el bus del cole.
Si, porque al fin y al cabo, había empezado un día como cualquier otro, y tocaba ir al cole como debía ir un niño. Uno como cualquier otro."

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