lunes, 11 de marzo de 2013

Carta 7 - Historieta 3

7x3= 22.

"Hay veces que apetece cambiar el asfalto por tierra.
Sintió ese impulso, así que asió su mochila, un bocata y algo de beber y empezó su camino hacía aquellas protuberancias verdes que se veían entre esos bastos cubos llamados edificios.

El pobre civil se sentía aventurero. Creía que iba a respirar aire mas puro.

Las cuestas en la montaña hiciéronse notorias, y mas, con el calor del radiante sol.
Las brisas eran escasas, como los comerciales honrados.

Aunque el lo asimilara a un Everest, dada la poca altura de aquél monte no tardó mucho en llegar al punto mas alto, donde un camino rural se extendía por el lomo de aquel montón de tierra.
Ese camino le dio la sensación de seguir aún en una zona civilizada. Así que decidió perderse.

Tras un buen rato de duras batallas contra los salvajes matojos, y algún que otro supuesto oso que al final no fue mas que un gorrión entre la maleza, llegó a un claro no muy grande, pero lo suficiente para dar cabida a un árbol que no lograba identificar. Lo mas científico que conocía era "Césped".

El árbol ofrecía una tentadora sombra que no pudo rechazar.
Se sentó, y se quedó observando la ciudad. Tan ordenada en los mapas municipales... tan caótica desde allí.

De repente, alguien que parecía estar yacido a su lado preguntó:

-¿Que ves?

Se exaltó, dado que creía que ningún otro ser humano hubiera osado cruzar la selva en la que el anduvo.
Y efectivamente, no había nadie mas. Tan solo, un árbol.
No sabía el porqué, pero aquella pregunta se coló en su mente como a un reto que debía contestar.

-Veo, una ciudad grande. Llena de edificios... Con coches, y...-

Tenía el deseo de soltar una buena presentación de aquella ciudad pero, aún llena de tantas cosas, de repente pasó a ser algo muy lleno enormemente vacío.

La voz se escuchó de nuevo:
- Hubo una época, en la que vivíais entre nosotros. Vuestras casas eran hechas de nuestras ramas y vuestros techos de nuestras hojas. Os alimentabais de nuestra madre tierra, como nosotros.
Vuestros hijos escalaban por mi cuerpo aunque les costara una regañina por parte de vuestras hembras.
Nuestras raíces sobre-salidas eran vuestros bancos, y en algunos mediodías, vuestras camas.
Erais admirables. Hasta tallabais y doblabais nuestras maderas creando extraños artefactos que producían unos sonidos que nos impulsaban a crecer mas rápido y esbeltos. Los pájaros cantaban con vosotros.
Nunca imaginamos que realmente no pertenecíais a nuestro ecosistema.

Como quien observa un sonido en el aire, el hombre aún digería esas palabras y su ciudad, cada vez tenía menos sentido. No sabía el porqué, pero tubo que lanzar una pregunta al aire:

-¿Y qué ves tu entonces?
-Mira a la derecha, ¿Ves aquellos tres edificios tan altos?- Dijo esa voz.
-Los veo- Respondió el hombre fijando su vista en ellos.
-Veo un antiguo valle donde los ciervos pastaban junto a los adormilados caballos. ¿Ves aquél centro comercial de las luces rojas en el centro?
-¿Qué es?- Preguntó el hombre aún con mas intriga.
-Es antiguo río. Reino de los salmones y tortugas. Zona de reposo de las aves. Agua de donde bebía toda alimaña, incluidos vosotros. Veo un antiguo hilo de aguas que descendían de las montañas. Regalo de los cielos.
Ahora está bajo vuestras cabañas modernas. Pasto de las ratas. Seres que un día también fueron gráciles.
-¿Y a la izquierda?-Pregunto el hombre con ansia- ¿Qué hay en esa urbanización?
- Allí...veo a mi padre y mi madre.
Recuerdo el día que fui concebido. La brisa me levantó de las ramas junto a mis hermanos y me trajo hasta aquí. Donde caí y germine como muchos otros árboles.
La recuerdo con sus verdes hojas. Era la mas hermosa del bosque.
Mira ahora, lo que hubo. Mira ahora, lo que hay.
Muchos montes como sobre el que descanso yo han desaparecido. Y algunos ya solo pueden asomar sus desoladas cimas, tragados por vuestros inventos. Por vuestras casas.
Os extendéis como una infección que crece arrasando todo cuánto hay alrededor. Os coláis en nuestro sistema desequilibrándolo. Antes nuestros hogares estaban juntos, hechos algunos de los otros y todos vivos. Ahora nos matáis y expulsáis, declarando ser dueños.
Veo que mi tiempo aquí se agota. Que solo soy un viejo espíritu recordando aquellas épocas. Un alma atrapada sin poder moverse, que ve como vuestras excavadoras cada día están mas cerca de mi.
Veo como algunos creéis amar aún nuestra presencia, pero vuestra frialdad es tal, que ya no podéis oír el llanto de cada árbol que cae. Obligasteis a los roedores a comer de vuestros residuos, y aún los odiáis al verlos. Habéis substituido el canto de las aves por ruidos que hasta a vosotros os atormentan. Y están tristes, muchas de vuestras parejas bailaron antiguamente bajo sus cantos, y ahora están olvidados...
no tienen propósito.

Como si estuviera frente a un cadáver con cuchillo en mano, el hombre se encontraba estremecido. Una fuerza invisible le estrujaba el corazón tanto, que creía no sentir siquiera sus latidos.
Notaba una extraña sensación como el frío, aunque el sol aún regaba la tierra.

-N...no, no se que..¿Pero yo...?-Tartamudeaba torpemente, no tenía qué decir.

Un impulso de querer sanar una gran injusticia le recorría mente y alma, pero a la vez, reconocía su impotencia.
Al poco, se apreció el ruido de arranque de unas moto-sierras, y ese peculiar sonido de algún vehículo dando marcha atrás. Aquello le exaltó mas. Fue como reconocer una maldición próxima que avanzaba imparable.
Empatía. Por unos momentos creyó ser un árbol mas con la posibilidad de moverse.
Pensava en bajar a la ciudad y explicar toda esa historia de los ante pasados a la gente para parar las obras constantes, para parar el cáncer. Pero sabía que no había nada que el pudiera hacer. Y además, era la hora de volver a su "hogar".

-¡Yo no quiero que esto pase! tiene que haber alguna forma- Dijo el hombre.
-Tube mucho tiempo en idear soluciones mientras veía mis amigos caer, secarse los ríos y morir mis padres.
No la hay.
Creí durante un tiempo que algún día os sería suficiente y pararías satisfechos en vuestras obras, mas luego comprendí que esto está en vuestra naturaleza.

El hombre se colgó su mochila del hombro, aunque una parte suya renegaba en abandonar el lugar.

-No voy a abandonar esto, volveré- Afirmó el hombre como si eso fuera a cambiar algo.
Se escucho un débil reir.
-Quizás la próxima vez ya no nos encontremos- respondió la voz.
-¡NO! ¡Tenemos que hacer algo!- Algo de histeria se mezclo en sus palabras.
- Tu puedes intentarlo, eres persona. Haz lo que bien te parezca. Yo solo puedo quedarme aquí,
y esperar.
Al fin y al cabo no soy nada... tan solo, un árbol."











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